lunes, 11 de junio de 2012

Aunque no los veamos, siempre estan...

Una vez, cuando era chico mi viejo me llevo a pasear a Lujan. Como es obligación (o costumbre…) cada vez que vamos a Lujan, seguro pasamos por la catedral.
Mi primera visita causó un impacto importante, primero y sin saber porque la diferencia de tamaño me hizo sentir insignificante frente al espacio que ocupaba Cristo, que nunca se veía fuera del lugar de su cruz. Era de suponer que tan importante personaje en algún momento se bajaría aunque mas no sea para ir al baño, pensé.
Todo un lugar para sentarse, cuando no estábamos arrodillados y escuchar la palabra de un señor de blanco, que después descubrí se llamaba sacerdote (o cura…) que no dejaba de hablar sobre cosas que no entendía. En resumen, las cosas que había visto me asombraron. Años más tarde entendí que muchas personas con demonios adentro ingresaban a ese lugar haciéndose pasar por fieles normales y asistían estúpidamente a cualquier homilía solo con la intención de representar un “acting”, del que en mi adolescencia comprendí el significado.
Por tener una novia y amigos cerca de San Patricio, empecé a asistir a esa iglesia, como fiel y voluntario en ayuda de un grupo de autoconstrucción de viviendas, estaba en la Facultad y ya trabajaba como dibujante.
Viví en esa época 2 cosas que me marcaron para siempre.
La primera fue el asesinato de 5 seminaristas en una época difícil, en lo que a política se refería, pero que guardaba como debía ser un sentido de la ética ciudadana que no se debía soslayar.
Aparecieron los demonios.
Las explicaciones no convencían a nadie, a nadie que tuviera poder independiente de análisis, digo, pero fue el argumento que hubo que “callar” hasta muchos años mas adelante donde todo salio a la luz y del que sabemos los resultados.
La segunda de las cosas que me marcaron tuvo que ver con las homilías que daba el sacerdote y en particular con un personaje que vivía frente a la casa de mi amigo Luis, en una casa donde, impecablemente presentada, nunca se veía mucho movimiento.
Este personaje que pertenecía a las Fuerzas Armadas y asistía a las misas con la estampa de los militares de esa época, digo, abundante bigote, pelo engominado y anteojos Clíper oscuros, solo bajaba la vista (y la cabeza…) cuando el sacerdote le recordaba los demonios que andaban cerca y que a descubrir por su gesto se retorcían en su interior.
Años después se descubriría que estaba vinculado a los Grupos de Tareas que se encargaban de “vaciar” propiedades (de valores y de personas…) para luego colocar objetos en casas de venta de antigüedades y arte de la zona y a las personas en campos de tortura o en el medio del Río de la Plata.
Demonios, los mismos demonios que conocimos y que posiblemente sigan presentes, con la evolución natural que genera el tiempo, pero con la misma capacidad de daño y horror, son los que están acechando para volver a la superficie, quizás con otra forma…
Depende de nosotros descubrirlos y eliminarlos de nuestra conciencia ciudadana, para no dejarlo como yunque a las generaciones que vienen.